No soy tan joven ni tan vieja
pero vivo con la nostalgia de una
vieja que añora la joven que se sentía anciana
por una melancolía que arrastraba
de su reciente recuerdo de un pasado que no entendía
absurdamente atada a una tristeza
que me precede
alimento, sin embargo, de esta
obsesión enfermiza por la palabra
salvación de mi vida terrenal
condena de mi alma
por ser muerta y parida en los
ochenta
perdida y encontrada
con el rostro marchito en alguna
pared del Centro
y la voz amarga cantando dulces
melodías para redimirme
posmoderna de la posguerra
apropiándome del grito rítmico de la calle
rechazada por ser flor que escupe
piedras
imperdonable desertora de la
comodidad ignorante de la clase media
aún no me acostumbro a los
entierros de mi generación
4 de febrero 2014
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